Relato día 3 – San Francisco: Selfies, el trampolín y la pizza de piña!!
Hola, querido lector
Ya llevamos unas cuantas jornadas aquí y nos estamos aclimatando con cierta facilidad. Las familias son fabulosas y todos estamos encantados con ellas. Parece realmente impresionante que estas personas se vuelquen con nosotros de este modo tan altruista.
Cada cual tiene la suya y cada uno dice que la suya es la mejor, al igual que hacemos en España con la tortilla de patata de nuestras madres. Los miedos han desaparecido por completo y las bromas empiezan a volar como puñales afilados que se frenan justo antes de herir cualquier sensibilidad.
La primera clase
Hoy los chavales han tenido su primera clase, donde todos se han juntado por parejas con gente de otros países y han mantenido una conversación entre ellos. Después han tenido una especie de prueba al más puro estilo americano y adaptado a sus prontas edades: un concurso de selfies. Sorprendentemente tenemos auténticos profesionales de las antaño llamadas autofotos y si no que se lo pregunten a Juan, es capaz de saber si ha salido bien o mal en una instantánea antes de verla.
Los trampolines
Tras terminar sus primeras lecciones de inglés tocó divertirse en el parque acuático donde pudimos ver los miedos de los más valientes y las valentías de los más miedosos. El miedo que tenían Toni ‘el ala’ y Andrés ‘el guaje’ encima del trampolín más alto de la piscina contrastaba como el blanco con el negro con la valentía de Álvaro ‘Al’ y Pablo ‘Jumper’, nuestros dos acompañantes más jóvenes.
Mientras hacíamos el burro en los trampolines, Ojer ‘Óuller’ enseñaba a los más patosos a tirarse de cabeza con un estilo propio de un nadador profesional, y si no que se pregunten a Pablo ‘Jaca’. La imagen en el parque de atracciones era la de un grupo de bárbaros hambrientos delante de un banquete tan grande que es imposible probarlo todo. Menos mal que también tenemos a Andrea, la única sensata del grupo, que lucha por mantener la buena imagen de España delante del resto de estudiantes de otros países.
Salimos de las piscinas más arrugados que un trapo en una lavadora sin centrifugado y, como siempre nos pasa, empieza el hambre. Nuestros queridos americanos nos tenían preparadas 10 pizzas del tamaño de una plaza de toros para paliar nuestros vacíos estomacales. Sorprendentemente, la gran triunfadora de la tarde fue la pizza de piña.


La “pelota atada”
Después, con las baterías recargadas, fuimos al patio de un colegio donde jugamos a un juego llamado ‘pelota atada’ y después nos juntamos con italianos y franceses para jugar al baloncesto.
Esto ha sido el día de hoy. Yo, querido lector, te voy a ir dejando porque me tengo que poner aftersun en la espalda ya que se me ha olvidado la crema y tengo la espalda del color de los ‘pañuelicos’ que llevan los navarros en san Fermín.
Agur!