Relato día 1, nos vamos a San Francisco!
ESCENA PRIMERA
06 de Julio, 2016 – Son las 3:45 de la madrugada. Al llegar al aeropuerto, no tardo en darme cuenta de quiénes serían los chicos de mi grupo. Sus caras eran las señales más claras, un mejunje perfecto que mezclaba miedo, nervios y ese brillo que debió tener en los ojos el explorador español al descubrir las Américas. Saben que ya no hay vuelta de hoja, y que “a lo hecho, pecho”.
La aventura comienza en el aeropuerto de Barajas, una aventura de la que están convencidos de que cambiará para siempre sus vidas. Abrazos y besos abandonados en los pechos y mejillas de sus padres. Padres que sufren viendo partir a sus hijos, pero que son conscientes de la gran oportunidad que les están brindando.
Al cruzar el control policial les junto a todos y, sin ni siquiera pensarlo, me dirijo a ellos diciendo: “Bienvenidos al primer día del resto de vuestras vidas”, sonríen y comienzan a andar siguiéndome cual rebaño, dejando toda su confianza e inocencia en las manos de un semejante de tan solo 23 años.
Camino a la puerta de embarque
Nos adentramos en territorio comanche. Mis pies tratan de transmitir confianza y seguridad en cada uno de los pasos, aquí si dudas estás perdido. Llegamos a la puerta de embarque y comienzo a preguntar uno a uno sus nombres. Son nombres sorprendentemente fáciles: dos Pablos, un Andrés, una Andrea, un Antonio, un Juan, Álvaro y Ojer.
Mientras esperamos a que abran nuestra puerta de embarque, no puedo evitar observar como esos miedos desaparecen y empiezan a relacionarse entre ellos como si el otro fuera ese amigo al que hace mucho tiempo que no ves. Formidable.
Ahora estamos en el avión y me doy cuenta de que me he hecho mayor. Bueno, realmente me doy cuenta de que soy de otra era completamente distinta. Yo he sacado mi libro de la mochila y, cuando me dispongo a leer, alzo la cabeza y veo perplejo como mis 8 chavales se han tapado las orejas y están escuchando música. Este ensimismamiento solo se ve interrumpido por las palabras de la megafonía de los azafatos, que logran que se saquen los auriculares de los oídos y escuchen atónitos mientras miran al techo como si el mismísimo Dios estuviera hablándoles en una revelación.
De repente, me viene una especie de inspiración que me ‘obliga’ a desenfundar mi ordenador y comenzar a escribir todo lo que me pasa por la cabeza sin saber si realmente alguien leerá esto algún día.
Uy, me ofrecen un café y un bocadillo. Lo siento, querido lector, pero en materia de alimentación un hombre de mi longitud no puede desaprovechar tan preciado bocado. Bon profit.
ESCENA SEGUNDA
Llegamos a Amsterdam con una mano delante y otra detrás. Salimos del avión y el primer reto nos sobrevino: vamos a la izquierda o la derecha. Yo, dejando rienda suelta a mi capacidad de improvisación, digo convencido: a la izquierda. Tras 150 metros andando sin rumbo entre maletas y cansancio alguien suelta la lapidaria sentencia que todo el mundo pensaba, pero que nadie hasta ese momento se había atrevido a espetar: “pues igual no es por aquí”. Me decido por preguntar y, efectivamente, íbamos en dirección totalmente contraria. Deambulamos más de 1000 metros sabiéndonos en el increíble país de las amapolas, pero encerrados en esas cuatro paredes custodiadas por pájaros de acero.
Las palabras brillan por su ausencia y, cada vez que saco un tema de conversación, la tensión se puede cortar con un cuchillo de cocina. Podríamos estar hablando de un auténtico partido de frontón dialéctico, donde cada una de las preguntas que soltaba me rebotaba en forma de monosílabo afirmativo o de negación. Lo único que anima la situación son los saltos y las expresiones enérgicas de Pablo R, en adelante Jumper.
La carpeta con la familia de los chavales
Ha llegado el momento de tomar decisiones de gran calibre: saco mi baraja de cartas. Bien, nos empezamos a soltar. Pero la emoción dura bien poco y decido sacar la artillería pesada: la carpeta con las familias de los chavales. Empiezo a leer en alto la familia que le ha tocado a cada uno y tratamos de hacer un comentario jocoso con algunas de las aficiones de sus familiares adoptivos. Con Pablo P comienza la fiesta: “ Mira, Pablo, has tenido suerte, a tu familia le gusta el swimming aerobic” Se escuchan las primeras carcajadas. A Andrés le ha tocado con una familia que tiene 5 felinos y un perro del tamaño de un bisonte. Ya está, hay buen rollo: somos un equipo. Tenemos hasta los primeros apodos: Pablo R es ‘Jumper’. Pablo P es ‘Jaca’. Antonio es ‘Toni el ala’. Andrés es ‘el guaje’. Todos y cada uno de los apodos tienen un sentido, el significado solo lo sabemos nosotros.
Al McDonalds
De repente las horas se vuelven minutos y las cuatro horas pasan en un suspiro. Cuando tan solo quedaban 20 minutos para que abrieran la puerta de embarque, a alguno de esta tribu se le ocurre la genial idea de iniciar una expedición para conseguir recolectar víveres. Y claro, se monta la gozadera. “Yo he visto un McDonalds aquí al lado”. Venga, todos al McDonalds. Yo ya no tengo ningún tipo de energía, son ya 24 las horas que llevo sin dormir.
Volvemos del McDonalds con el estómago lleno y nos informan de que están teniendo unos problemas informáticos y que vamos a sufrir un retraso de unos 20 minutos. BIEN, BUENO. Abren la puerta de embarque y decido entrar el último porque ya nos han hecho un par de registros, paso mi tarjeta de embarque y… ¡¡¡SORPRESA!!! Inspección antidrogas aleatoria. Mientras un individuo me pasa un trozo de papel por todo mi cuerpo, los chavales se ríen y hacen bromas sobre mi apariencia de delincuente. Obviamente, el test da negativo, pero ahora viene lo peor: aguantar a 8 chavales nerviosos haciendo comentarios sobre la peculiar inspección a la que me he tenido que someter minutos antes.
Ya en el avión
Entramos en el avión y ¡¡¡HAY PANTALLAS!!!. Suena la megafonía informando de que algunas no funcionan, casualmente son las nuestras. BUENO, BIEN. Y cuando parecía que ya nada podía impedir que despegáramos con rumbo al país de las oportunidades se disparan todas las alarmas. Los 9 vemos perplejos como un hombre, dos filas más adelante, sufre un ataque epiléptico. PERO ESTO QUÉ ES. Aviso a una azafata y comienza la película. Suena la megafonía y se escucha: “¿¿HAY ALGÚN MÉDICO EN EL AVIÓN??”, acto seguido se levanta un señor con bermudas, calcetines por las rodillas y zapatillas nike que dice: “YO SOY MÉDICO”. La situación es tan americana que podría ser digna de cualquier largometraje de nuestro querido Hollywood. Finalmente sacan al hombre del avión y, tras un retaso de hora y media, despegamos.
Este viaje está empezando a ser épico desde el primer momento. Somos un grupo con una gran capacidad de sorprendernos y eso se nota. Ya no hay tensión entre nosotros, va a ser un viaje fantástico.
Yo, querido lector, me marcho a dormir. Los párpados se me cierran, pero a la vez tengo miedo de quedarme dormido por si me pierdo alguna anécdota divertida durante el trayecto. Creo que la frase que les dije en Madrid sigue resonando en sus pueriles mentes: